Desconocemos si el documento encontrado en el MANSEOS es parte de una broma o en su defecto, se halla directamente ligado con el secuestro del mandatario colombiano. De más está recordar que la situación es ajena a nuestra organización y que siempre atentos a la localidad, estaremos dispuestos a colaborar en todo lo posible. De antemano y de manera reiterativa, ofrecemos excusas a nuestros huéspedes y compañeros de trabajo por la situación actual, y recordamos que es estrictamente obligatorio cumplir con lo que demanda la ley y más aún teniendo en cuenta, la complejidad de la situación. Toda persona que desee abandonar el hotel y liquidar su cuenta de servicios (en el caso de huéspedes), deberá presentar ante los agentes de investigación presentes en la recepción y salidas de personal, el registro generado por las autoridades al momento de comparecer ante ellos en el Salón Obelisco, donde deberá presentar su documento de identificación (adicionar pasaporte en caso de extranjeros).
Gracias,
The Autist, MANSEOS
Alejándonos de la razón de ser este espacio, publicamos el artículo encontrado:
Bitácora de una noticia.
Domingo. Sexto día de Julio. Un día menos del 2008. Sabía que llegar a esta ciudad sería una experiencia excitante, pero jamás imaginé las sorpresas que me tendría preparadas. Y vaya que no se hicieron esperar. El vuelo se había retrasado un poco, así que a escondidas de las aeromozas tuve que llamar al hotel y solicitar que recogieran mis pertenencias en el aeropuerto, pues a mi llegada debía dirigirme al Centro de Convenciones donde haría una entrevista al Presidente de Colombia y ya era bastante tarde. Primera prueba de fuego y suspiro. Mayor fue mi sorpresa al recordar que mi reloj no estaba en sintonía, y que debía atrasarlo una hora por aquello de las diferencias horarias: Si en New York aun eran las 10 y mi cita era para un almuerzo al que debía reportarme a las 11:30, ahora disponía de casi dos horas libres y en qué las iba a ocupar. ¿Qué tanto podía ofrecerme Cartagena? Tenía que averiguarlo. Hora local: 9:12 a.m. y esta vez, sin temor a equivocarme.
Lo primero que hice fue inmiscuirme en una conversación de pasillo. Mientras caminaba por el corredor luego de retirar mi equipaje, distinguí como débilmente mi nombre se levantaba en medio de la multitud agolpada a la salida en espera de los viajantes. Las personas que me esperaban, un joven de unos veintitantos y una bella mujer por la misma edad, comentaban al respecto de una fiesta a la que asistirían esa misma noche y a la que me invitaron amablemente sin pensarlo dos veces. La recepción sería ofrecida en el hall principal de eventos del Manseos International Cartagena Beach & Resort, el hotel donde me hospedaría, y al parecer todos los empleados habían organizado la fiesta para celebrar el cumpleaños número 25 del Presidente de la empresa y socio mayoritario del Consorcio Hotelero, Ángel, el hijo mayor del desaparecido matrimonio Mantilla Seos, fundadores del complejo. Siempre me ha costado trabajo asistir a este tipo de reuniones, nunca he gustado de rumbas ni de multitudes exaltadas, y con mi trabajo como reportero me he tenido que acostumbrar; una noticia me obligaba a hacerlo y no perdería la oportunidad de conocer a uno de los jóvenes más ricos e influyentes del mundo, de quien se comentaban muchas cosas, en especial oscuros pasajes de su vida y un truculento pasado que hasta él mismo juraba desconocer por ser adoptado. Un bono extra y la oportunidad, valía oro. Punto a mi favor.
Se trataba de una persona de pocas palabras, como yo; de pocos amigos, igual que yo; de contadas salidas, principalmente laborales, como las mías; y que odia la hipocresía en roces sociales tanto o más que yo. Sin embargo, no se quejaba de sus empleados y la gente humilde en la que invertía su tiempo libre, esas mismas personas de quienes aceptó gustoso la invitación que le hacían y con quienes además compartiría la alegría de su pronta paternidad, de la que cito textualmente “algunos dudaban”. Palabras de mis guías, quienes por cierto parecían no formar parte de ese “algunos”. Pues ya tendremos tiempo de tocar el tema, pues es sabido que el tipo es franco y gusta de gente directa como él. Nunca se queja y siempre está dispuesto a ayudar, y vaya suerte que le ha tacado. Abandonado, pero forrado en dinero. Con su futuro y el de todas las generaciones que construyera, totalmente asegurados. Así, cualquiera renuncia al pasado, por más interesante y necesario que sea conocerlo. En fin, de eso y otras cosas hablamos durante el corto trayecto camino a mi momentánea morada, pero especial atención demandé al comprometer a mis dos nuevos amigos para que me presentaran con su jefe, a quien no se cansaban de adornar con flores. ¿Lo harían por mí? ¿Pretendían quizá que diera buenas referencias de ellos al mayor de los Mantilla Seos? Dudo mucho que de algo sirva mi intervención, además una voz en el fondo me decía que mejor no podían estar referenciados. De haberlo sabido, seguro no se esforzaban tanto. El esfuerzo ahora es mío, son casi las 8 de la noche, no estoy listo aún, peor no ha podido ser el día y para colmo de males me toca realizar este ejercicio, y no por que me disguste la idea de llevar un diario, sino por todo el esfuerzo cognitivo que debo realizar para afianzar mi memoria. Hace un par de semanas sufrí un estrepitoso accidente y aun tengo lagunas en mi mente, por lo que recibí indicaciones precisas del equipo médico que me atendió de llevar un diario al detalle de mis jornadas, de mis sueños e incluso de mis pensamientos, hasta que pudieran diagnosticar mi perfecto estado mental. ¡Vaya locura! Un momento, ¿otra vez lo mismo? El reloj sigue detenido. La batería me ha jugado la peor de la bromas durante todo mi vida precisamente hoy: Al llegar al aeropuerto recuerdo haberme percatado del asunto de las diferencias horarias y de mi supuesto retraso camino a la entrevista con el Presi, eran las 11:27 y jugando con las manecillas retrocedí dos horas, cuando en realidad solo debía llevarlo hasta las 10:27. ¡Mucha brutalidad la mía! Y ahora lo mismo. Miro el reloj y sigue como si nada, como si el tiempo no hubiera transcurrido a pesar de la huida del sol y todo lo que ha acontecido. Siguen siendo las 11:27. ¿Acaso el tiempo ha preferido quedarse en New York y no viajar conmigo? Es absurdo pensarlo, hasta risa me causa. El teléfono suena…
Era la recepcionista, Susana. No, Susana era la nueva, la que estuvo en el turno anterior. Esta se llama… (Pienso un poco, luego dudo, aclaro la mente… y finalmente…) ¡Ah, ya lo recuerdo, Daniella!, pero en realidad no es recepcionista, es
Diez minutos después de haber llegado al hotel a dejar las maletas y descansar un poco del viaje en la mañana, Gian Carlo y Melissa (que resulta no eran empleados regulares del Consorcio Hotelero los que me recogieron: el primero era el Director de Mercadeo y Ventas del Resort Cartagena y hermano menor de
[1] NOTA: Realizar ejercicios de estimulación REM, No. 23. Debo intentar recordar el nombre del dichoso juego o rally, o cómo sea que se llame.
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